Igual al empleado que asegura que sin su presencia, la empresa caería en picada; al punto que si algún día amenazara con retirarse, con seguridad le doblarían el sueldo.

Pero así como al empleado lo reemplazan con su antiguo asistente, la exesposa con una segunda esposa y al actor consagrado con un modelo musculoso, ¿qué le hace pensar a los humanos que son indispensables para el Planeta Tierra?

Todo radica en un miedo, que se multiplica a medida que suman más años, a que la vida continuará sin ellos. Es curioso porque los humanos nacen creyéndose vampiros, por aquello que viven en la ilusión que son inmortales y que ostentarán el poder de la belleza por siempre; pero en el instante que llega la primera cana y la arruga que no se va con ninguna crema, los invade una paranoia que ven la muerte en todo lugar. Cada dolorcito, lo ven como una enfermedad terminal. Cada peatón que no se bañó, lo ven como un posible atracador. Al final de cuentas nunca logran asumir que, llegado el momento, el mundo no sólo seguirá sin ellos, sino que sus herederos sueñan desde hace rato con ese día. 


Es por eso que el fin del mundo versión año 1000, el Y2K, o el que llegaba en 1994 que luego se rectificó para comienzos del 2011 y después se volvió a corregir para finales del mismo año, tienen tanto éxito. La incertidumbre ante lo que les sucederá después de la muerte, es fuente y motor de aquella paranoia, que a su vez es la materia prima para impulsar las sectas donde se origina.

Una secta, no es más que una religión que sueña ser como sus hermanas mayores, aquellas multinacionales de la espiritualidad con numerosas sucursales en diversos países y que tildan a la nueva competencia como 'secta'. Mientras tanto, para buscar publicidad y, por supuesto, muchos seguidores lo más rápido posible, recurren a una profecía fatalista que anuncia que el fin del mundo es ya o mañana, para así apurar a su posible clientela a arrepentirse de sus pecados, antes que se acaben las visas -gestionadas por la secta en cuestión- para entrar al paraíso. Es una estrategia publicitaria que sigue el ejemplo de una tienda de ropa que ofrece 'descuentos del 50% por tiempo limitado', lográndole inyectar a los consumidores una ansiedad desenfrenada para que compren sin pensar, pero sólo en almacenes autorizados.

Los que son seducidos por dicha promoción, los creyentes, se consideran a sí mismos de una casta superior a los no creyentes, de la misma forma que aquellos que logran entrar a una popular discoteca porque conocen al bouncer, en comparación a quienes se quedan afuera haciendo fila. Incluso estos aseguran ser parte de un Club de Elegidos que serán salvados, para ser llevados a un paraíso donde disfrutarán 'la vida después de la muerte'. En otras palabras, buscan resolver su temor a la muerte, queriendo ser inmortales en otro sitio.

En el desenlace de este show, como en otras ocasiones, la anunciada fecha del fin llega para hacerle caer en cuenta a los creyentes que la muerte arribará mejor otro día, dejando para una próxima oportunidad a los ángeles tocando trompetas y un Juicio Final sin abogado defensor o juez sobornable. Mientras a su vez, el pastor religioso, líder del Club de Los Elegidos, se fuga en un lujoso campero financiado por los ahorros de los creyentes que se convirtieron en no creyentes, para fundar una nueva secta en otro país.

Pero la parte más bonita de este cuento es el epílogo, donde los no creyentes de la secta son los que luego se sienten superiores, porque no se dejaron timar, dado que su fe siempre estuvo depositada en una multinacional espiritual. Una reputada institución religiosa con años de experiencia e innumerables seguidores, que les ha asegurado que si dedican toda su existencia y no sólo unos días de arrepentimiento previos al fin del mundo -además de un porcentaje de sus salarios-, serán recompensados con las puertas abiertas del cielo hacia la vida eterna.

Hasta una próxima verdad humanamente irracional, Amigos de lo Salvaje.


Lucano Divina
Comandante en Jefe de Amigos de lo Salvaje-EA
Selvas de Sur América, julio 7 de 2011