El 6 de agosto no solo representa la celebración de la independencia de Bolivia, también significa el fervor patriótico que arrastra a la condena de un pueblo sofocado en el discurso andinocentrista, una ficción de unidad territorial sin sentimiento ni aprehensión, en la cual se dice enarbolar los valores de la educación, el respeto y la inclusión social, empero, encontramos la propaganda gubernamental de división y ataque promoviendo la victimización de occidente respecto a oriente, más la idea anquilosada en la mentalidad de los llanos orientales respecto al desprecio que debe primar en contra del indígena altiplánico y el campesino valluno.

Bolivia es una contradicción que no debió ser pero es, la sufrimos y la amamos. En todos sus defectos, igual encontramos un país que permite una libertad de expresión (aunque limitada por cuestiones económicas muy bien manipuladas, como se pudo ver con el caso Página Siete), país corrupto como él solo, pero una corrupción que nace de los hogares de cada boliviano, desde la omisión en el pago de impuestos, la coima la barita para evitar una multa o la revocación de la licencia de conducir, el abogado que tranza con el juez y tiene a inocentes en la cárcel y a culpables libres (sin ingresar a los temas civiles sobre propiedades y otros), al estudiante que escapa de clases, que copia la tarea, que no se forma y por dos ovejas termina abanderado y hasta presidente de la República. Desde el padre que soborna a lo hijos para acallar algo y que no se entere la madre, hasta la madre que mete los cuernos al padre y comete el error de vanagloriarse con sus amigas por dichas proezas que incluyen encajonar hijo ajeno al cónyuge.

Bolivia, un país que debe su nacimiento a Casimiro Olañeta, un liberal que fue borrado de la historia para dar paso al cuento patriotero, ya lo mencionamos en otro post:

Cita de: Teru Mikami en Agosto 06, 2012, 03:49:55 PMLos historiadores han sido, en el caso de Olañeta, los que juzgaron su obra con tanta pasión que, al final, lograron imponer una imagen despreciable de su labor. Olañeta es, en los manuales escolares, la figura emblemática del político hipócrita, el "dos caras" en quien no se puede ni debe confiar, el tránsfuga ambicioso que circula por los pasillos del poder apoyando a los unos y a sus adversarios al impulso de ambiciones personales.

La verdad de la milanesa, sin Olañeta, Bolivia no hubiese sido. Bolívar consideraba este emprésito de país como un escollo en la integración de América Latina, pero Olañeta supo lograr que existiéramos como Estado.

De ahí este post, por el político dos caras, por Casimiro Olañeta. Comienzo con la cara desagradable, la de la hija que olvida a su padre (Olañeta) y se acerca al amor del padrastro (Bolívar), que enzarza a figuras como las del Mcal. Andrés de Santa Cruz, pero olvida que dicho personaje truncó los acuerdos que lograron ser firmados por Olañeta entre Perú y Bolivia, afectando las fronteras y límites entre ambos Estados, que habrían beneficiado demasiado a Bolivia y seguramente evitado un par de batallas y enfrentamientos.

Bolivia como país es hermosa, tiene una gran diversidad cultural, una población que en su gran mayoría es trabajadora, pero que sabe descansar y disfrutar. La fauna, flora y riqueza mineral destacan en paisajes y actividades que rayan en lo mágico y permiten una interpretación y vivencia de lo que son los estadios teológicos y metafísicos de las explicaciones humanas y experiencias sobre el conocimiento del universo.

Encontramos bailes, comidas, cuentos, historias y culturas que cohabitan entre la tradición milenaria, la amalgamación centenaria y la globalización actual, con una identidad propia.

Por eso, ¡Viva Bolivia! ¡Al gran Olañeta, salud! Porque existimos en contradicciones y somos algo hermoso, algo que vale la pena que exista, una contradicción que no debe ser pero es y permite una vida cómoda con dignidad.