Nota: Escribí esto hace un par de semanas, en la cual fui Víctima de un asalto. Me robaron el celular e intentaron llevarse lo demás. A base de forcejeo y un poco de dolor logré impedirlo, me asusté, he de admitirlo, pero a la vez comprendí la importancia de tocar el tema que ya se ha vuelto cotidiano.

Algunos rieron diciendo que resultaba "perfecto" hablar sobre el tema en estas fechas de delincuencia como pan de cada día: Navidad y Año nuevo. Quizá tengan razón. Pero surge una duda: Es positivo pensar que un día se acabará la delincuencia o es ingenuo el solamente plantearlo?

Agradecer y dedicar esta editorial-comentario a las personas que me han dado un apoyo, consejo o simples pero valiosas palabras después de ello: para P-Chan, Alvarito Quintana, Hernán .Adhemar y Juan Carlos .Gracias a ellos que me robaron también, pero una dulce sonrisa.

A Teru, quien también fue sobreviviente digno en batalla.

Y a todos los que fueron víctimas, alguna vez, de la delincuencia, y vivieron para contarlo.


Psicología del Robo y Delincuencia: Historia de un día Cotidiano en Bolivia

Por : Karen Silvana Flores Quisbert



"SALIA tranquilamente de casa ese día. No había nada extraño o aparentemente llamativo, sino los típicos aunque diferentes problemas que se abordan a diario. Subí al auto despidiéndome de mi madre, quien me recomendó el descanso, almuerzo del día y las respectivas frases del  "cuidate" en el camino. No le atendí demasiado, es verdad.

El transporte público de la mañana estaba como siempre. No era la clásica "hora pico", sino el ambiente estaba un poco más tranquilo. Papá había salido temprano para poder informarme acerca de unos trámites, subí, esperé simplemente la llegada del auto al destino, cerca al auto que debería tomar para llegar al trabajo.

Y entonces ocurrió.

Papá llamó. Al inicio parecía una llamada urgente, no solía contestar a la primera, y menos en un lugar público, porque siempre se debe tener precaución, pero por la insistencia tuve que hacerlo. Él habló y me dijo que esperara unos minutos para anotar unos datos. Asentí, y al llegar a la parada bajé tranquilamente, con otras personas, pero cuál fue mi sorpresa cuando sentí un repentino Jalón, agarre, y el posterior ataque.

Al inicio no supe que hacer. Reaccioné instintivamente defendiéndome, pero después de sentir el dolor punzante en el cuerpo y los brazos el miedo se apoderó de mi, un temor que me decía que era una tontería el resistir contra dos hombres, los que me atacaban, obviamente no tenía la suficiente fuerza,  obviamente no podría contra dos, obviamente sería una estupidez y algo, algo profundo dijo en ese momento que esos hombres no estaban jugando en ningún sentido.

Aflojé el agarre por el dolor, luego por el temor... Y entonces vi que uno había alcanzado el celular. El otro trató de arrebatarme la cartera inmediatamente, con todas las cosas dentro. La sostuve pensando un milisegundo antes, con tal fuerza como no creí. Ambos forcejearon conmigo y me lastimaron posteriormente el brazo, algo del cuerpo, pero no cedí. La gente miraba expectante mientras tanto, como si de un espectáculo se tratara todo y ellos fueran públicos. Me indignó y me dio más fuerza.

Quizá mirando que no cedería más, calculando que ya no tenían mucho tiempo antes de que alguna autoridad se aparecería y se vería obligada a intervenir ambos me soltaron y escaparon con rapidez hacia la lejanía. No los perseguí. Aún por el miedo, por el sentimiento de ultraje y por el dolor del brazo. Hicieron parar un  auto mucho más allá, se subieron y se fueron rápidamente."


El incremento de los crímenes es un tema actual de gran debate en Bolivia. Llegando más allá de instancias gubernamentales y políticas, el delito ha afectado a nuestras vidas más de lo que creemos. Recuerdo, hace algún tiempo, que un docente en clase hablaba de los efectos que el simple robo podía producir en la persona, preguntó, sin más, cuántos de los presentes en la clase habían sido alguna vez víctimas de robo, de algún delito o de algún crimen. Simplemente dos personas de las, aproximadamente ochenta y cinco que tenía la clase, quedaron con las manos abajo. No acertamos más que a reírnos mientras mirábamos las manos levantadas como un símbolo del índice de delincuencia en nuestro país.

Pocas veces la justicia se concentra en las víctimas, dicen algunos comentarios acerca de la "victimización", especialmente en la Psicología Forense. Se comprende al delincuente, y al delito, pero pocas veces se le da la importancia necesaria a la persona que ha sido víctima de un delito que no tenga el "rango" de calificarse como un delito "grave"; tal es, en este caso; del robo o el asalto.

Una persona que sufre un delito de asalto no es una persona "especial" principalmente, lo puede ser absolutamente cualquiera.

Escuché hace tiempo que habían robado una cadena de negocios bastante fructíferos a través de fraude por cuentas bancarias y por internet, también escuché alguna vez que habían matado a alguien en el país por robarle unos zapatos. Todos podemos ser víctimas de la delincuencia.

Es un tema bastante común. Sin ir más lejos mencionemos la palabra delincuencia y veamos la reacción de las personas que tenemos al lado; alzarán las voces y se atropellarán, en algunos casos, para contar su propia experiencia. Es esto algo "común" en la actualidad? Lamentablemente si.

Y son diversos los factores que lo provocan, me pongo a pensar. La falta de dinero por la "crisis económica mundial", mencionarán algunos eruditos o personas entendidas en el tema utilizando la racionalización. Otros dirán que existe un factor "x" que provoca la delincuencia y que es prácticamente innato en algunos el ser así. Otros dirán que existen personas descuidadas y que tienen la tendencia, también innata a ser robadas o asaltadas, algunos más dirán que es simple "destino". Pero cuál es la realidad:..?

La realidad no existe, realmente, sino puntos de vista atropellándose por imponerse de una buena vez. La realidad es mi realidad y tu realidad y su realidad y la de los otros también, pues parte de algo válido como son los pensamientos y experiencias propias, pero la realidad es que no hay una realidad absoluta, sino una suma de realidades que nos afectan en un grado o en otro.

Recuerdo una clase en la que todos hablábamos acerca de esto, alguien expuso una experiencia grata en donde explicaba que había encontrado a alguien llorando en la acera, desconsoladamente. Naturalmente se acercó y le preguntó el motivo de su llanto a lo cual la otra persona, un joven, alzó la vista y confesó que "había perdido la mitad de su vida" comenzando a llorar nuevamente.

La persona no pudo sentir más que pena, por su caso. Se sentó al lado suyo y le consoló diciéndole que estaría en un lugar mejor donde fuera "más feliz". El joven le miró desconcertado y dijo que no era para tanto, explicando que no creía que su "celular" estaría en un lugar más feliz.

Y es que la sociedad se ha convertido en más "virtual" y material que otra cosa, haciéndonos dependientes de diversos objetos, y no para sólo utilizarlos en entretenimiento, sino convirtiéndose en nuestro medio para socializar, comunicarnos, desempeñar actividades académicas y laborales, creándose un apego a objetos y una tendencia a poseerlos más alta.

Podemos imaginar una vida sin una computadora, un televisor, un celular, un DVD, un control remoto al lado?

Al sufrir la pérdida de éstos, por ello, nuestras reacciones pueden ser diferentes, tanto por la pérdida de objetos sufrida así como también por el daño físico y emocional en el delito, en este caso, lo común en todos es el temor que deja secuelas en las víctimas.

Al hablar de un asalto, por ejemplo, debemos tener una serie de factores que condicionan las secuelas que dejará para el futuro.

Uno de los factores existentes en el momento del asalto es el gestual o corporal.

Todos los seres humanos contamos con un "espacio personal". Allan Pease divide estos espacios convirtiéndolos en espacio personal, social, entre otros. El espacio más íntimo con el que contamos es el espacio personal que consta de los 15 cms. Que rodean todo alrededor de nuestro cuerpo. Solamente dejamos que en este espacio entren personas que son cercanas emocionalmente para nosotros, es decir, padres, hermanos, amigos íntimos y  nuestra pareja. Al acercarse alguien a este espacio le permitimos el paso si sentimos algo profundo por ellos, sintiéndonos cómodos al recibir, por ejemplo, un fuerte abrazo, un beso en la mejilla, y en el caso de la pareja; un beso en los labios o contacto corporal. De ser invadido este espacio por personas que no cuentan con nuestra aprobación o confianza emocionalmente, las rechazamos retrocediendo y alejándolas al espacio "social" que está a 15 cms. Más allá.

En un asalto, al ser violado este espacio por una persona extraña, o al ser también invadido por un ataque también sentimos el ataque emocional, reaccionando con fiereza, por tal razón un golpe de frente, que invade el espacio personal íntimo es motivo de reacción violenta de la persona.

La invasión de este espacio, en el mejor de los casos y por educación, crea incomodidad inmediata, vulnerabilidad y en un asalto esto es producto de la violación de una de las necesidades según Maslow, la necesidad de seguridad.

Al vulnerarse una vez estos "límites" de espacios, posteriormente a un robo las secuelas más frecuentes suelen ser los sentimientos de vulnerabilidad, de miedo a ser atacados, pensamientos paranoides de persecución, desconfianza.

Al existir el uso de la fuerza las secuelas y "heridas psicológicas" se agravan, por ejemplo cuando en el delito existe el uso de armas, violencia física, instrumentos, máscaras y el condicionantes ambientales como ruidos o gritos de parte de los atacantes con el fin de intimidar a las víctimas.

El lugar del ataque también suele ser un factor importante. Lugares que son considerados como "seguros" para la víctima utilizados para ser el escenario del crimen, tales como el lugar de trabajo, y hasta el propio hogar, crean un sentimiento de inseguridad permanente para el futuro, creando pensamientos de persecución constante, que pueden llevar, a la paralización, encierro de la persona y ansiedad constante, así como temor a la identificación (en los pensamientos de persecución) y el miedo permanente a un posible ataque o retorno de los victimarios.

En los casos de mayor gravedad pueden desarrollarse cambios en el comportamiento así como también desarrollarse el Trastorno por Estrés Postraumático, referido comúnmente como "Trauma Psicológico" en casos, en lo cual se trabaja principalmente en la contención en crisis inmediata haciendo énfasis en el entendimiento de la situación y la importancia de la partición en el proceso, como método preventivo una vez ha ocurrido el hecho.

Las estadísticas dan datos variados acerca de los afectos a corto y largo plazo variando en un rango de malestar que va desde el leve hasta llegar a la angustia y el estrés postraumático.
Entre el 10 y 30 por ciento de los casos sufre un trauma severo a corto plazo, después de los 6 meses estos efectos suelen disminuir pero el 5 al 10 por ciento continúa experimentando una importante psicopatología. Las mujeres y los jóvenes experimentan mayor estrés, en estos casos.

Así mismo pueden ocurrir traumas psicológicos que no pueden considerarse de gran relevancia, y sin embargo la tienen, experimentándose principalmente los llamados "Flash Back" en la cual la persona experimenta momentos del ataque como pasajes de recuerdos interrumpiendo sus actividades cotidianas.

Otro de los limites es poder asumir una conducta evasiva en la cual las personas que han sido víctimas tratan de "olvidarse de todo", internándose en un estado emocional que tiende a perpetuarse adoptando otro tipo de manifestaciones graves.

Además de marcar un hito en la vida de la persona, un ataque delictivo o un asalto pueden dar paso a cambiar la vida y percepción de la persona por completo sobre diversos temas, desde la seguridad de sí misma y su familia y la de las personas que ama.

La capacidad de enfrentar el acontecimiento demuestra una alta capacidad de adaptación para la persona, mejorando así mismo, el pronóstico de recuperación psicológica, mientras que el asumir una conducta evasiva lo empeora.

Luego de un ataque así la persona suele tener diversos sentimientos sobre sí mismo, tanto de culpa, alivio, así como de odio, rencor y deseos de venganza. Se debe recordar que en el mejor de los casos lo más inteligente, en caso de sufrir uno de estos ataques, es el no oponer resistencia, lo cual se considera inteligente, debido a la peligrosidad, riesgo y desventaja de la situación, y no así oponer resistencia, aunque parezca la opción más "digna" u "honorable".  Se debe recordar también que el acto criminal no implica solamente la violación en de la ley, sino la gran entidad de daño que se infringe a la victima. El crimen necesita una victima que puede ser una persona, organización, sociedad toda, pero algo o alguien debe ser puesto en peligro, dañado o destruido cuando el acto criminal es perpetrado (Schafer, 1977 y Hough, 1985), lo cual no distingue quien sea la víctima.

También se vale recalcar que en un acto delictivo se ha registrado que las injurias más graves son dadas en los sentimientos y la conducta.

Así también, la recuperación de una víctima depende bastante de un apoyo social, dado principalmente por los familiares y amigos de la persona, simplemente dando uno de los recursos más sencillos y útiles de todos: el escuchar.

Entre las reacciones psicológicas más frecuentes después de un asalto tenemos que el 40 por ciento, aproximadamente, padecen de angustia, trastornos del sueño, confusión, desconcierto, rechazo, temor, sobresaltos y estremecimientos. En casos de mayor gravedad la depresión, indefensión, pérdida del apetito, náuseas y malestar entre el 20 por ciento de las víctimas. Estos efectos persisten por al menos tres semanas.

Después de 3 a 6 semanas más tarde, el 15 por ciento suelen sentirse aún afectadas y el 5 por ciento tienen reacciones prolongadas a la ofensa criminal.

El robo o asalto representa una depravación de la autonomía individual de la persona, lo cual mella sus defensas y confianza. El sentimiento de ser incapaz de protegerse a sí mismo, la amenaza de violencia y pérdida de control, incrementan las habilidades de la persona para el enfrentamiento en el momento del ataque. Luego se producen sentimientos de indefensión, tensión, afectación de la autoestima, depresión y, como ya se mencionó, en los casos más graves el Trastorno por Estrés Postraumático (TEP o TPET).

La intervención psicológica en todos los casos es de importancia, ya sea en casos leves, para prevenir posteriores secuelas profundas, o en casos de gravedad, tales como en el Trastorno por Estrés Postraumático.

Después de varias semanas del suceso, aún recuerdo algo. Tengo un  nuevo celular, claro, como me habían dicho la mayoría de las personas a mi alrededor "lo material se recupera". Es cierto, pero a pesar de no haber sido grave todo aquello (grave en términos en los que se define un ataque delictivo en Bolivia), mi conducta ha cambiado un poquito, lo sé. Miro dos veces antes de subir o bajar de un auto, al conductor, a la persona que camina al lado mío por la calle. El agarre a la cartera se ha puesto más fuerte, el llevar una cantidad arriba de dinero es motivo de preocupación absoluta...aunque todo, según mi percepción, en los límites de la llamada "normalidad". Pero, me pregunto, ¿Es "normal" este comportamiento hoy en día? Es normal salir de casa pensando en que quizá, por llevar un anillo, un reloj, un celular o algo más, uno puede perder la vida?

Y no me respondo nada.

Rose
Ultima modificación: Diciembre 25, 2012, 12:48:16 AM por Teru Mikami